Así quedó mi Bandit GSF 650 N K7 tras el accidente

Hace unos días armado de valor y enfundado en un cabestrillo de rigor, fui a ver a mi bandida accidentada a Factory Bike. Cuando la vi, no vayas a pensar que me dio mal rollito o que tuve un sentimiento encontrado, nada de nada. En parte me cabreó que yo tuviera más consecuencias físicas que ella, ambos sabíamos que no íbamos haciendo el conas y, sin embargo, ya ves…

Si miras la foto, incluso podría parecer que tras un manguerazo, la apreciación visual de los daños fuese aún menor. En la realidad no me extrañaría que el chasis esté “tocado” por alguna parte, aunque esto no lo sé con sólo verla. Por lo pronto estoy a la espera de respuesta por parte del seguro, que probablemente la declaren “siniestro” por la cantidad de pequeñas cosas que van sumando un montón de euros. A estas alturas no tengo que decirte que una moto a piezas te cuesta más que veinte juntas, ¿no? Ya sabes: plástico a precio de oro…

Por otra parte está la equipación que quedó toda para el arrastre, nunca mejor dicho. A decir verdad mi cazadora Levior Welkom y camiseta Deefuz 1000 (sin contar la de algodón de “Pólux” que me regalara Nafisgal) me las “rajaron” en el hospital para acceder rápidamente a mi clavícula y húmero fracturados. El pantalón Levior Jerez “perdió la cordura” por distintas zonas y mi precioso casco Lazer Fiber Pro Maori en azul, reventó como una castaña.

Aunque ahora lo cuente con cierta gracia, no dejo de reconocer que de haber sido gato, en aquel accidente perdí una vida y ya no tanto por el propio golpe en sí, que pudo haber sido perfectamente, sino por la incompetencia en la intervención de la asistencia sanitaria que acudió en mi socorro. No sólo tardaron más de lo previsto estando “al lado” de un centro, sino que me llevaron a otro donde nada podían hacer por mi estampa, salvo cobrar parte del seguro… ¡¡¡Putos intereses!!! Al final fui donde desde un principio debió ser, por la zona, el Centro Hospitalario de Ourense (CHOU). Para colmo se avisó al 112 de que era un accidente de motorista y qué menos que enviasen una ambulancia medicalizada. Pues no, una de la Cruz Roja y sin medios suficientes. Los agentes de la Guardia Civil también se lucieron porque el atestado no detallaba «pintura resbaladiza», sino «exceso de velocidad». Lástima que mi Bandit no se hubiera quedado con la velocidad grabada en el reloj, a ver qué ponían entonces. Así que, con ese atestado, adiós a una reclamación. Ya lo hacen así por órdenes desde arriba… Por todo esto hay veces que pienso que estamos vivos de casualidad. Es eso o es que tenemos en pie de guerra permanente a nuestros Ángeles de la Guarda que no sé como no se ponen en huelga reclamando más pasta.

Lo más sorprendente es que nos tenemos que sentir afortunados por vivir como y donde lo hacemos. Nuestras autoridades competentes, léase las que velan por nuestra seguridad, ya inculcan ciertos valores como “normales” o “estándar” cuando la realidad debe ser otra bien distinta. Se supone que somos europeos más allá de las estadísticas o las conveniencias y mira tú por donde que veo cosas como estas ilustraciones que te pongo a continuación, y que pertenecen a un curso de Técnicas de Seguridad Vial que ofrece la DGT en su 50 Aniversario. En éstas puedes leer:

«Cuidado con las pinturas del pavimento, algunas son muy resbaladizas. Piensa donde pondrás el pie cuando vayas a detenerte». Digo yo, ¿no deben ser antideslizantes?

«En caso de caída, hay que intentar resbalar, lo peor es cuando el cuerpo choca con algo«. A esto hay que decir que tenemos un buen inventario de guardarraíles listos para «rebanarnos».

Con estas premisas se entiende que ellos ya te avisaron… Y se quedan tan panchos maquinando cómo estrujarte aún más aunque tú te mueras en el intento. No me cansaré de decir que: “vivos valemos más, al menos pagamos multas…”

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